http://www.makepovertyhistory.org - Captcha mental -

jueves, junio 28, 2012

Clichés

ACTUALIZACIÓN: ES 2015 Y SIGO PENSANDO LO MISMO. EMPIEZO A ENTENDER LO QUE ES SER ADULTO: VER (LEER) EL PASADO Y SABER QUE NADA FUE MEJOR QUE AHORA.

Me pasa algo raro con esto. En realidad no sé si es raro, pero leo post antiguos, incluso el último que es sólo hace un año y no me reconozco. Siento que era otra persona la que estaba escribiendo ¿A todos les pasará lo mismo? ¿Apenas un año atrás, tanto puede cambiar?  Me quedé pegada pensando una idea luego de ver "The Adjustment Bureau" de George Nolfi, una película del 2011 en la que el guión se basó en un cuento de Philip K. Dick y más o menos (para no contar el final) es la historia de una pareja que no puede estar junta porque unos personajes pseudo irreales les dicen que ellos no pueden estar juntos porque afectan su propio y glorioso destino individual... La frase que me dejó dando vueltas, es cuando un personaje le dice al protagonista: "Es que si estás con ella, con sólo eso te bastará". 
Creo que en eso estaba correcto. Finalmente, como dice el dicho: hay que elegir las batallas. En este último tiempo, no sé si por la conciencia de que cada vez tengo menos tiempo, de que las personas cambian sus prioridades o simplemente ya no te interesa lo de antes es que comienzo a comprender lo que me decían mis papás, con pequeñas cosas. No voy a entrar a definirlas ni detallarlas, porque siento que si las explicara, la persona que no lo está viviendo no lo va a entender jamás (como a mi me pasó en su tiempo). 
Los clichés se cumplen. Hay uno, que tengo clarísimo y me basta. Pero hay otros, que no. 
Ayer conversaba con una mejor amiga, que tiene 7 años más que yo que pensaba más o menos lo mismo. Así que lo que nos pasa no es un problema de edad. Un amigo por FB, también opina que no es de género tampoco. Será de generación? Por mientras, seguimos pensando en la solución...

domingo, febrero 27, 2011

The ground beneath her feet

A un año del terremoto sólo puede decir que no lo viví ¿es importante que no lo haya hecho? Quizás para algunos sí, quizás para otros no. Lo que sí tengo es miedo. No siempre. Cuando uno ama a alguien creo que esa es la clave para darte cuenta que sí lo haces: no tener miedo y sentirte libre. Pero lo que me da miedo es lo que veo. En mi entorno. Concepción ya no era el de "antes" también antes del terremoto. Me explico. Concepción es lindo. Toda su gente, no lo sé. Después del terremoto, se acentuaron todas las cosas que realmente detesto: esa urgencia que da miedo. Ese arribismo que da miedo. Esa estupidez paranoica, que da miedo. Santiago en cambio, lo venía siendo hace rato. Sí: urgentes, arribistas, estúpidos y paranoicos. Agrego uno más: prejuiciosos.
No, no me creo Bayly, pero realmente ese tal Javier de su novela no sé si está tan equivocado. Le faltó describir un poco más a las mujeres. E incluso me atrevería decir, que esto no tiene nada que ver con ciudades ni menos con nacionalidades: el humano es tozudo. Y es malo con ganas cuando quiere. La reflexión de una madre y un padre que presenciaron ayer la condena de los culpables por la muerte de su hijo, me quedó dando vueltas: "vivir con amor, genera bondad".
¿Cómo haces entender a 6 mil millones de personas que esto, que suena cliché es lo más fácil y honesto que puedes hacer y sin embargo te empeñas en no hacerlo? Porque somos tontos e imperfectos. Y creemos que viviremos para siempre. Cuando no.
Ni siquiera hablo de religión, menos de política. Simplemente hablo de que es lo más práctico. Pero aún así no lo entendemos. Si eso no es ser tonto, entonces explíquenme lo que es.

jueves, febrero 17, 2011

Influenciadores

Así se llama el documental que un amigo me mostró y que habla sobre cómo estos - valga la redundancia- influencian, crean tendencias y por ende están en el ojo de las marcas a nivel mundial. Es muy corto. Tiene (muy) buena música. Y espero con ansias la continuación que prometen al final. Enjoy!

miércoles, diciembre 15, 2010

The kids are alright (¿y tú?)

Este comentario, está publicado en Absortos.cl


Si comienzo este comentario diciendo que “Mi familia” ha sido descrita como “comedia”, creo que pueden llegar a verla  con una idea equivocada. Más certero sería describirla como un drama -siguiendo la definición en estricto rigor- con actuaciones novedosas. Esto último considerando que es raro ver a dos actrices del mainstream, como Julianne Moore y Annette Bening, interpretando a lesbianas y que sin música de por medio logra sacar sinceras carcajadas y quizás algún nudo de garganta por ahí sin apelar a sentimentalismos. Esta película logra combatir la falta de historias que evitan caer en lugares comunes y temas políticos y sociales en torno a la homosexualidad, para dejarnos simplemente conocer una historia de una familia como cualquier otra: aquí lo que menos importa, es que los pilares de ésta en particular sean un par de lesbianas.

Si bien, hay una influencia a partir de lo antes mencionado en el grupo familiar que han formado, se recrean los mismos arquetipos que solemos conocer como sociedad: un miembro de la pareja es "la proovedora" y la otra hace las veces de "la encargada del hogar", más dos hijos entrando a la etapa más difícil, la adolescencia. Es así como uno de ellos no pierde el tiempo en convencer a su hermana de buscar a quién, en parte, le deben la existencia en este mundo: el donante de esperma, interpretado por Mark Rufallo. Y ahí, con ese encuentro, se desencadena, literal, todo.
Esta interesante trama se apoya en un cuidado casting, donde no sólo destacan los famosos actores antes mencionados, sino que también aquellos que ya van camino a hacerse conocidos: Mia Wasikowska, la hija, mostró un sólido desempeño en la primera temporada de la serie “In treatment” de HBO y luego fue ungida por Tim Burton como su Alicia en su versión de “Alicia en el país de las maravillas”, mientras que Josh Hutsherson, su hermano, podría empezar a hacer noticia muy pronto.

Con ese elenco, “Mi familia” logra consolidar, con ritmo e insólitas escenas, una entretenida historia que no descuida el trasfondo del asunto y donde todo parece indicar que se trata de la propia vida ficcionada de la directora Lisa Cholodenko, responsable de un aclamado trabajo independiente en torno a la temática gay, siendo “High art” (1998) una buena exponente de esto en su filmografía.
Se echaba de menos ver en el cine –dejando de lado el éxito de la serie “The L World”- una historia que no asociara la homosexualidad a la tragedia, y que mostrara lo que ocurre en la vida sin luces ni cámaras, donde con suerte encontramos certezas y siempre tendremos aciertos, errores y posibles perdones en medio de momentos casi clichés -sí, a veces la vida es cliché, sólo que en las películas se exagera a veces-.
Mención aparte merece el humor agudo y algo irónico que, por ejemplo, desliza críticas a la mismísima comunidad lésbica y su terror a la falodependencia, a la crisis de los 40 que les toca a los hombres y a la, a veces paranoide, obsesión por la comida orgánica, entre otras secuencias memorables.

La película en sí no rompe esquemas, pero tampoco lo busca y ésa es la clave. Lo que sí logra -quizás a propósito, quizás no- es desprejuiciar una realidad para algunos vista desde lejos, con la cuota de morbo correspondiente, lo que ya es un logro importante, considerando que la producción alcanzó distribución mundial y no se quedará sólo en el circuito independiente.

Detrás, hay una larga cronología presente en Hollywood: si bien “Philadelphia” (1993), protagonizada por Tom Hanks y Denzel Washington, sentó un precedente “masivo” de cierta apertura por parte de la industria frente a temáticas que ya no podían obviar, siempre se notó esa ecuación matemática de homosexualidad = infelicidad. Lo mismo ocurriría más tarde con “Secreto en la montaña” (2005), ambas producciones de la mano de estudios independientes. Y aunque existen otras cintas que también tratan la temática, lo que hace reflexionar a raíz de este estreno es el hecho de que recién hasta estas alturas Hollywood se esté decidiendo a dejar de tapar el sol con un dedo. Recomendadísima.

lunes, diciembre 13, 2010

"Vamos a ver si en un par de años más queda país"

"La Voz de los '80" tiene la misma edad mía. Creo que no tengo que decir que me refiero al disco de Los Prisioneros. Bueno, si Ud. visitante de este blog, proviene de las Europas o de más lejos, quizás. Para Latinoamérica, creo que ese disco es su himno entero. Jorge González jamás tuvo tanta claridad como en ese disco, hace ya 26 años. Y si es que hoy, con más canas, más peleas y menos diales por donde sonar, ya casi parecen tan lejanas como ajenas esas causas, hace dos noches, no podían ser menos ciertas. Aunque sólo en la idea.

Cuando se celebró el "histórico" festival El Abrazo, auspiciado por una cerveza nacional, en que bandas argentinas y chilenas compartirían en la fraternidad de la música, sólo se hizo patente una cosa: sólo luchamos con audífonos.

Dijeron que fueron más de 70 mil personas. Calculo que dentro de ellos, mayoría eran veinteañeros recientes. Aunque la edad no debería importar, quizás sirve de contexto para entender el por qué las palabras de González no avivaron al público a una ovación y más bien fue el impulso para despedirlo con tibios aplausos.

Porque de verdad, no me lo explico. O quizás sí. Hay mucha confusión. Vivimos tiempos contradictorios, en que uno puede gastar en bolsas reutilizables pero se pasa el día en un computador que deja una enorme huella de carbono. O critica a alguna moda o comportamiento y después termina haciendo eso mismo porque, bueno, nadie lo sabe muy bien de todos modos. La época hedonista, dicen.

Entonces, tampoco debería extrañarme que nadie vibre con las palabras de González. Él es todavía el único que se atreve a decir algo así. El problema es que (al parecer) a nadie ya le importa si lo hace o no. En un concierto al menos. Y se oyeron unas pifias. Las mismas que recuerdo sonaron cuando U2, por primera vez en suelo nacional, invitaba a las madres de detenidos desaparecidos a tener voz ante 80 mil personas y otros millones más a través de TVN. Muy pocos saben que no fue decisión del canal por buena onda el transmitir ese concierto, sino por expresa petición de la banda. Ellos querían que el mensaje dirigido a Pinochet se oyera en todo el país, que por esos días era miembro del Senado. Obviamente vitalicio, gracias a su enmienda.

Aunque suena a comparación, me enredo en explicar, que finalmente la gente termina de oír lo que quiere oír. No creo que González le caiga bien Bono. Pero estoy segura que no se pelearía un puesto por estar al lado de él, cuando muchos sí lo hicieron en su segunda vez en Chile, no sin antes haberlo criticado y obviamente, haber reclamado por el precio de las entradas, que ya sabemos, quién saca la tajada más grande (si no lo sabe, lo invito a averiguar). Pero a la hora de apretar el click de la foto, no dudaron en hacer borrón y cuenta nueva y todos bien sonrientes. Menos Bono. Él sabe. Conoce a varios hipócritas. Incluído él mismo, como así lo ha dicho.

Eso no se hace cabros. Y eso es justamente lo que escribió González y lo que titula una famosa canción. Y eso es lo que veo que ocurre. Nunca quedamos mal con nadie. Muchos aplaudiendo a Calamaro, pero cuando aparece el Che, el ceño fruncido aparece. "La misma lata no" oí alegar cerca mío. Todos divirtiéndose con los Chancho en Piedra, pero aparecen los Quilapayún y todos pidiendo el siguiente.

Cero respeto con alguien que podrá ser pesado y lo que quieran, pero que en aquella época se atrevió a cantar sin pelos en la lengua lo que pasaba. Eso es jugarse el pellejo, pienses de la manera política que pienses. Ahora, si González se quedó pegado, allá él. Hay que mirar el futuro, sabiendo en qué lo construimos. Y él se gano mi respeto por sus letras. Canta al límite de su voz, cierto, pero tener a masas coreando tus canciones en una época difícil, esa te la encargo. Y estoy segura, no lo hace cualquiera ahora, en que más que las letras, les preocupa a cuánta gente influyente conocen para poder ponerse de moda. Lo triste, es que ojalá le diera el palo al gato ahora. Sin tener que recordar por siempre a los clásicos. Pero ese es otro cuento. Y quizás la justificación de las pifias. El relativismo dicen.

Un gran concierto con el que quedé pensando qué motivará hoy nuestras acciones. Y las de los demás. Convicciones quise decir.

y gracias a León Gieco por esto...

miércoles, diciembre 08, 2010

carne de gallina doble

Viene U2 a Chile por tercera vez y me entero dos días después de ver It Might Get Loud. De manera oficial claro, porque siendo más busquillas y más especuladores, lo sabíamos desde hace meses. Por eso, al ver las imagenes de los conciertos de la última gira en cine, como parte de este documental, la emoción fue más grande y el recuerdo más claro: el cd de Achtung Baby recién salido el 91 y sonando en el (gigante) equipo de mi casa en Conce. Eso fue ver la luz. Ya la había visto con los clásicos, pero en esos momentos, U2 aún no lo era. Quién iba a pensar que sucedería.

Tal como lo deben haber pensado Jimmy Page (guitarrista de Led Zepellin) y Jack White (lo mismo pero en White Stripes) en sus cándidos años donde la guitarra parecía ser algo como un hobby y más fácil que comer pan. Para ellos.

Wow, en una sala llenísima, y con mucho retraso que olvidamos al segundo, luego del comienzo de It Might Get Loud, el documental de Davis Guggenheim (el mismo de Una Verdad Incómoda y Party Of Five, ja) que quizás, en algunas secuencias no es en estricto rigor un documental, más bien, es un docu ficcionado, pero muy bien montado, considerando que puedes no conocer a ninguno (aunque lo dudo, pero bueno) y también pueden no matarte ni su música ni menos sus grupos. Pero todo eso no importa, pues la dirección apunta más a destacar las motivaciones de cada uno por saber cómo terminaron siendo lo que son, entremezclando imágenes del pasado que dan nervios de sólo pensar qué hubiera pasado si el destino se hubiera equivocado con ellos.

Una gran elección inaugurar con este documental la séptima versión de este festival, que ya está consolidado con un público que espera fiel saber algo más allá de la música que se oye.

Este jueves lo darán de nuevo en la Sala del Cine UC, a las 22:00 hrs.

No pierda la oportunidad de emocionarse. De verdad.




miércoles, noviembre 24, 2010

Re (de) formar la educación

He escuchado que el actual gobierno pretende implementar una reforma educacional, en que se aumentarán las horas de Matemáticas y Lenguaje y por consiguiente, se reducirán las de Historia, Ciencias Sociales y Tecnología.

Pues bien, como no todos pueden adivinar lo que pienso, me remontaré hacia algunos años atrás.

10 más bien. Cuando nunca me gustaron las matemáticas. Y yo cursaba "Castellano" y no "Lenguaje." Obviamente, no tenía "Tecnología", sino "Computación" y con suerte en Enseñanza Media y con Work - sí, con K-. Lo que sí siempre tuve fue Historia. Y en Humanista, todas las ramas de la historia y más. Y en esos momentos, ya instalaba mi crítica sobre por qué los del área de Científicos no tenían historia.

No sabían lo que se perdían. Siempre fui feliz en el colegio. Lo pasaba bien y me iba bastante bien también. Me gusta saber, desde chica, pues siento que hasta físicamente, mi cerebro trabaja. Ahora, también tenía amigos que odiaban estudiar. Y en gran parte era por la nula pedagogía de algunos profesores. Ahí siempre ha estado el problema. No todos podemos ser buenos alumnos en gran parte por eso.

Y es que hay que tener el don. Y yo tuve muchas clases con gente que sí lo tenía. Como también tuve con los que no. Sin embargo, en particular recuerdo un profesor con un don extraordinario y oh sorpresa, era de Matemáticas: el don era demasiado porque su vida era enseñar de todas las formas más didácticas posibles. Con él aprendí a completar un álbum de Origami - y que de paso te daba puntos extras para las pruebas de raíces y esas cosas-. Ahora lo recuerdo con cariño, pero cuando estudiaba, pensaba el cómo pasaba tan lento el año para terminar el ramo. Y aunque nunca me eximí de dar los exámenes finales en Matemática (quizás una vez sí) lo mío no era por no estudiar: simplemente no tenía la habilidad numérica, digámoslo. De hecho, sorpresa fue cuando pasando una materia, en que era matemática más "humanista" - eso del recorrido, nominado, ya no me acuerdo qué era exactamente- me iba excelente y al resto -de científicos- les iba pésimo. Simple: mi hemisferio del lenguaje podía más y zan se acabó. En ese momento me daba rabia, pues era el ramo que me "bajaba el promedio" pero ahora lo entiendo: cada uno tiene distintas capacidades y si no aprendemos de todas las materias posibles ¿cómo vamos a saber en qué tenemos habilidades?

Ironías de la vida que en la PAA me fuera mejor en Matemáticas que en Verbal - mi favorito y al que le tenía más fe- al igual que en Historia, mi mejor puntaje.
Aunque si en realidad uno se fija en la utilidad de lo que mide la PAA -hoy PSU- estaría hasta las tantas escribiendo. Quizás en otro post.


El proyecto de reforma, por lo tanto de por sí me parecería un error si se implementa, pues es una visión demasiado antigua en los tiempos que vivimos, en que es tal la cantidad de estímulos para los niños y jóvenes, que no puedes pretender convertirlos en caballos de carrera y que vayan sólo por dos sendas: números o letras. El cambio debe ir tanto para los profesores como para ellos - y no sólo hablo de sueldos- Hablo de más incentivos dentro de la misma carrera de Pedagogía - y para quienes quieran estudiarla-.

Pensar en darle sólo prioridad a dos materias por sobre otras es quizás, la mente de ese profesor que tuve de matemáticas, que ponía una "H" al lado de cada alumnos, distinguiendo quién era Humanista para "evaluarlos distinto". El mismo que una vez me llamó al pizarrón por estar conversando, para ir a resolver un problema, el cual lo hice en un cerrar de ojos, valga mi cachiporreo, provocando la risa nerviosa de a quién le salió "el tiro por la culata". Y es que eso era justo lo que quería: poner en evidencia que mi capacidad por aprender y saber lo enseñado no se basaba en si estaba sentada, quieta y con la vista al frente del pizarrón como todos creen es el modelo de "atención" y de "ser un buen alumno". En esos tiempos ya no lo era. En los actuales, créanme, hasta yo me sorprendo lo que son capaces de crear algunos niños y jóvenes. Basta fijarse bien y sobre todo buscar esas iniciativas que muchas organizaciones potencian: concursos, proyectos para niños y jóvenes.

Si los pillaran como a veces los encuentro yo se sorprenderían. Y sorprenderse con algo actualmente es como encontrar oro.

jueves, noviembre 18, 2010

en insistir no hay engaño


Pero hoy se estrena en el Cine Arte Alameda Anvil The Story of Anvil. Y créanme: no necesitan que les guste el metal para salir del cine más feliz que nadie.


Aquí lo que escribí, cuando me sentí así


Cartelera del cine del Centro Arte Alameda

lunes, octubre 18, 2010

sobre los mineros (ahora sí)

Del anterior post, sólo el final aludía a los "estamos bien, en el refugio, los 33". No es mucho lo que quiero decir, sólo que me dio un poco de penalástima ver a los rostros reporteando: se les notaba que no había oficio hace mucho. Se salvó, en mi sesgada opinión, Iván Nuñez, periodista de CHV.

Sesgada e injusta la verdad, porque no vi mucho de los mineros, por no decir nada. No veo tele. A lo más 5 minutos, no alcanzo a entender nada así que me aburro. Pero vi cuando los rescataron. Cuando supieron que estaban vivos, iba en un bus y lloré riéndome. Es la mejor combinación.

Cuando los rescataron, sólo Manuel González, el rescatista que entró primero y fue el último en salir, me hizo tiritar la pera. Si yo estaba cansada del poco rato que venía viendo, no imagino cómo los demás estaban de pie. Esas lágrimas fueron catarsis pura. Fue una emoción extraña. Cómo reaccionar para algo que nunca pensamos estar preparados. Creo que muchos lloraron también porque por fin algo (bueno) nos sorprendía. La capacidad de asombro es lo que más se extraña en este tiempo.

Hace bien llorar. Pero eso que acabo de decir, es consecuencia de mucho tiempo de aguantar. Y que saben de aguantar los chilenos, saben. Aún veo filas para el Transantiago. Hoy las rejas no los obligan: son espontáneas. Se distinguen caras de confusión pura: entrecejo fruncido, ojeras más negras que nunca: un poco de calor, un poco de cansancio, un poco de todo. Iguales que las caras de los transeúntes que caminan por Prat, en Conce, y ven el edifcio Alto Río intacto, tal cual el 27 de febrero lo derrumbó.

Me equivoco. Sabemos que el terremoto no fue el culpable de que se desplomara. Pero vivimos con ello. Todos. ¿Seguimos a la vida o ella sigue sola?

sábado, mayo 22, 2010

Conce post terremoto

Después de casi dos meses, volví a Conce. Obviamente, este no era el que dejé aquel 22 de febrero. Pero luego de seis horas y media (una hora y media más de viaje) pude por fin ver con ojos de penquista lo que tanto se comentó durante este tiempo. Porque claro. No es lo mismo.

Y no los culpo. Nadie reparó en detalles que sólo a un penquista les pueden importar. Porque claro, vivir en Chile en región, es como vivir literalmente en el fin del mundo, donde a unos pocos turistas y a la misma gente del lugar le importa. Santiago en cambio vive como si creyera que al mundo sí le importamos. Para qué decir que es algo ilusamente ridículo. Nosotros le importamos lo mismo que nos importa ver en las noticias la nanogésima explosión en el Medio Oriente.
Y eso no es malo. Más allá de todo, la verdad, lo que importa es conocerse a sí mismo y que luego te conozcan los demás. Craso error que aún no supera Chile. Pues ni siquiera nos conocemos.

¿Alguien podía decir la ubicación exacta antes del terremoto de Duao, Isla Mocha o Bahía de San Vicente?

No muchos... Pero son datos cuantitativos. Importantes, pero no trascendentales, como saber si mi vecino se iba a volver loco e iría a saquear supermercados o que las personas en las que confiábamos iban a avisar a tiempo de un desastre como el maremoto. Son datos que me hubiera gustado saber.

Lo que vi en mi corto viaje fue lo que esperaba. Una ciudad que nunca se caracterizó por una bonita urbanidad y una nula conservación del patrimonio arquitectónico, de las cuales muchas sucumbieron y hoy sólo quedan los espacios llanos, sin paredes. Sin cuerpo, sin vida. Las personas, pasean, ya con la esperable naturalidad que dan los días a un paisaje como éste. De esto, la excepción es lo que queda del edificio Alto Río: ahí está, con la grandiosidad que da la vista en vivo y la incredulidad de que personas que vivían ahí, cayeron junto con él, y hoy se encuentran por ahí, perdidas, recluidas. Pero vivas.

Cercados y con dos carabineros de punto fijo permanece recibiendo a cada minuto a algunas personas que quieren ver para creer. Como yo. Algunas con cámara en mano. Algunos riéndo nerviosos. Otros en silencio. Contemplando lo espectacular del caos. La tragedia, que atrae a todos. Y que lo negamos de vez en cuando. Porque a muchos este terremoto los benefició. No hablo de las grandes tiendas de material de reconstrucción (que sin duda, deben ser los más felices). Hablo de esas personas que se alimentan de las vidas de otros. En el diálogo, en la compañía. Por muy pocas veces en Chile, la gente se reúne por algún motivo. El Mundial será una ocasión, pronto. Porque casi nunca hay motivos. Porque ya quedan pocos espacios públicos.
Hay algo de positivo en esto. Lo veo en las caras de los penquistas. Son más conocidos, y tienen la esperanza de que ésta vez si los escucharán. Al menos antes de que acabe este año.

Pues después será tarde. Sólo quedarán los diarios de testigos. Y a quienes los marcó para siempre aquella noche del 27 de febrero. Para mal.

miércoles, marzo 17, 2010

3:30 / 27 de febrero

Yo soy de Conce y a las 3:30 del 27 de febrero no estaba ahí. En el casino del Hotel Hyatt de Mendoza, con mi hombre al lado, figuraba haciendo fila para cambiar plata, y de paso, engrandecer el material monetario que sin saberlo, días después nos ayudaría a salvarnos de jornadas durmiendo en el aeropuerto. Por días. Pero eso lo contaré después.

Cuando me sentí mareada y pregunté al aire por qué la gente corría, sólo ahí me di cuenta que al parecer, temblaba. Fuerte, pero no para gritar (como los otros), ni para llorar (como algunas y algunos), si no, para quedarme quieta cual perro de UP con el "Ardilla". Sólo ahí miré el piso que se ondeaba como cuando saltas en esas camas elásticas. Ahí me di cuenta que una angustia así en el extranjero, puede llegar a ser desesperante, de acuerdo al grado Richter del que se hable.

Pero esa noche, regresamos al hotel. Subimos por las escaleras y comentábamos cierta "alaharaca" de la gente. Creíamos que el temblor era fuerte, pero habíamos vividos otros peores en Chile.

Justo el peor no.

Con la guata pesada, me levanté con la incomodidad de haber dormido con ropa, por si las moscas, cuando bajando la escalera, siento gritos de gente en el comedor del desayuno. Me voy acercando y veo en la tele el gc de que en Concepción había habido un terremoto, y que habían 78 muertos. Al nanosegundo después, uno cabos, y dije: Mierda.

Tengo algunas cosas medias borradas, o quizás no las puedo explicar con palabras, pero hice cosas tan ridículas como llamar a mi hna al trabajo en Santiago (cuando era sábado). Buscando algún cybercafé (porque "che, con lo que pasó en Chile no hay internet", por fin, di con uno que me advertía "y, sólo tengo gmail" y yo rezando con que tuviera noticias (las tenía y buenas)  descubrí que en momentos críticos, no sólo no grito, si no que tampoco lloro. Sólo no hablo, aún menos que lo normal y con ciertas incoherencias.

Mi avión, que salía a las 4 de ese día, of course no salió. Maldije a LAN y obvio, a su gran dueño. Me puse a pensar que a veces tengo esa cosa media adivinesca porque me acordé de que cuando partimos, haciendo el papeleo de maletas, pensé en qué feo era el cielo del aeropuerto de SCL, comentando que era más lindo el de Conce, que guardando las diferencias, me recuerda al de Charles De Gaulle (que sólo conozco por el video de Beautiful Day) "Es como viejo, dije, como que se vea a caer". Hecho. Espero no tener más esos pensamientos.


Y como mi vuelo no salió, obviamente a desembolsar "guita" y otra noche más. Con TV Chile al principio. Con el Call Center de LAN después. Con los fuegos artificiales más bonitos después de los que vi en Conce en New Year's Day, pero menos felices y sin buenos augurios. Pensé, nuevamente: Mierda.

Faltan 8 días más por describir, en realidad, no los describiré, no sé si valga la pena comentar cómo es vivir de extranjero con TV CHILE a tu lado, luego de un terremoto...No se lo doy a nadie.

martes, marzo 09, 2010

lo supe el 2005


... sabía que Campanella no me iba a fallar.

lunes, febrero 08, 2010

the story of life: Anvil

Metallica ya actúo en Chile. Miles de fanáticos corearon sus antiguos y nuevos éxitos en el Club Hípico de Santiago. Ellos, en gira, saben que miles de fans en el mundo los siguen y los esperan, a pesar de los años, fieles. Pero ellos claramente no son los únicos en este estilo tocando lo que saben hacer. Son sólo parte del selecto grupo de quienes lograron el éxito y pueden morir con el sueño realizado. En el camino, siempre y todos sabemos, que quedan muchos anónimos. Y otros que no tanto, gracias a su particular historia.

“Anvil, The Story of Anvil” (2008) es un documental que cuenta la historia de un grupo canadiense de rock metal que a mediados de los ’80 compartió escenario con WhiteSnake, Bon Jovi y Scorpions en el Súper Rock Festival de Tokio (1984). Allí estaba presente Sacha Gervasi, autor de este documental, quién en esos momentos sólo era un roadie y claro, un fan de Anvil.

Actualmente, Sacha Gervasi es periodista y ha trabajado como guionista en películas como La Terminal de Steven Spierlberg. Anvil, no es el mismo de esos gloriosos años. Lejos de la influencia que tuvieron para los hoy grandes grupos como Metallica, Motorhead, Anthrax, Slayer, hoy Steve “Lips” Kudlow y Bob Reinner, los únicos miembros originales que quedan de aquella banda de mediados de los ochenta, siguen intentando tocar el cielo con las manos, pero con trabajos de 9 a 6 pm para poder comprar el pan y repuestos para los instrumentos.

“Anvil, The Story of Anvil” es el documental de la vida. Y no exagero, porque todos sabemos que no siempre el talento tiene premio ni menos reconocimiento. La aventura de rockeros ilusionados por alargar -para algunos de forma patética y para otros heróica- esos 15 minutos de fama de antaño, hoy con familias a cuestas y esposas y parientes que parecen haber pisado la tierra mucho antes que ellos.

“Anvil The Story of Anvil” traspasa la barrera de un mero documental de rock. O más bien es un documental “ficcionado”. Las escenas han sido elegidas con pinzas y con un ritmo que incita a la empatía con la banda. Dan ganas de decirles a todo el mundo que han estado equivocados por más de veinte años en no haberles prestado atención. Es el registro del angustiante camino por tener lo que quieres y por no ahogarse en la realidad habitual, de cualquier padre de familia, de cualquier esposa, de cualquier pacto adolescente con el eterno sueño: ser rockeros como profesión y tener una multitud fiel a la espera de corear tus temas.

Por eso este documental es único porque no es sólo para metaleros, ni para rockeros.

Este documental es para la vida entera.

martes, noviembre 03, 2009

ecología: la utopía que tomaré en los tiempos de hoy

Me acuerdo cuando chica haber creado un club de la naturaleza. Hasta el día de hoy, nos reímos con una de mis amigas, que lo integraba, sobre nuestra tierna intención de cambiar y trabajar por nuestro medio ambiente. Pero ¿por qué nos reímos? Por exactamente lo mismo que piensan nuestros candidatos a gobernantes: el medio ambiente es casi una utopía como la paz mundial.

Me gustaría ser tan valiente como aquellos que se atreven a desarmar sus casas e instarlas paneles solares, a lavar con mezclas de bicarbonato la loza o los baños, pero la comodidad es la tentación de los tiempos de hoy.

Ahora mismo, sólo basta con escribirlo para expiar un poco de responsabilidad frente al tema. ¿Por qué nos importa tan poco cómo vivimos? ¿No hay tiempo para eso? ¿No hay plata para cambiar? ¿No hay plata para nada más que para pagar las cuentas y/o cuotas?

Extraño ese debate. En los candidatos, no he escuchado nada sobre “más espacios públicos, iluminados, más zonas de paseo con el perro, para el picnic, para echar la talla después de la pega, más árboles por cuadras, más basureros con separación, más incentivos para empresas como Coaniquem que tienen políticas que aportan al medio ambiente, más leyes para ciclistas, más incentivos para que importen autos eléctricos, más incentivos para que inmobiliarias construyan con paneles solares….”

El pusilánime que llevamos dentro al parecer domina la mitad de lo que hacemos a diario.

Como estoy en la mitad no pusilánime en estos momentos, les cuento que:

- Voy al super con mochila. Así, les digo, no gracias a las bolsas.
- Trato de recoger la basura que me encuentro en el camino, a veces es mucha, y la paciencia no me acompaña.
- Miro mal a las personas que botan basura en la calle, metro. Si me alcanza el ánimo, les digo amablemente, que estiren un poco más su brazo y los boten en el basurero que tienen a centímetros o los guarden hasta que vean uno frente a sus ojos.
- Dejé de comprar agua en botella, y todos los días, lleno un recipiente plástico hecho para eso. Por lo menos, es un plástico menos.
- Pienso que en el verano es más fácil ser ecológico: las duchas siempre serán más cortas y no hay necesidad de estufas y demases.
- Ya no dejo el computador prendido todo el día.

Se me ocurrirán más...

jueves, octubre 22, 2009

visita, recuerda, postea


 El sitio de la videomúsica chilena www.videclipchileno.cl/