http://www.makepovertyhistory.org - Captcha mental -: Conce post terremoto

sábado, mayo 22, 2010

Conce post terremoto

Después de casi dos meses, volví a Conce. Obviamente, este no era el que dejé aquel 22 de febrero. Pero luego de seis horas y media (una hora y media más de viaje) pude por fin ver con ojos de penquista lo que tanto se comentó durante este tiempo. Porque claro. No es lo mismo.

Y no los culpo. Nadie reparó en detalles que sólo a un penquista les pueden importar. Porque claro, vivir en Chile en región, es como vivir literalmente en el fin del mundo, donde a unos pocos turistas y a la misma gente del lugar le importa. Santiago en cambio vive como si creyera que al mundo sí le importamos. Para qué decir que es algo ilusamente ridículo. Nosotros le importamos lo mismo que nos importa ver en las noticias la nanogésima explosión en el Medio Oriente.
Y eso no es malo. Más allá de todo, la verdad, lo que importa es conocerse a sí mismo y que luego te conozcan los demás. Craso error que aún no supera Chile. Pues ni siquiera nos conocemos.

¿Alguien podía decir la ubicación exacta antes del terremoto de Duao, Isla Mocha o Bahía de San Vicente?

No muchos... Pero son datos cuantitativos. Importantes, pero no trascendentales, como saber si mi vecino se iba a volver loco e iría a saquear supermercados o que las personas en las que confiábamos iban a avisar a tiempo de un desastre como el maremoto. Son datos que me hubiera gustado saber.

Lo que vi en mi corto viaje fue lo que esperaba. Una ciudad que nunca se caracterizó por una bonita urbanidad y una nula conservación del patrimonio arquitectónico, de las cuales muchas sucumbieron y hoy sólo quedan los espacios llanos, sin paredes. Sin cuerpo, sin vida. Las personas, pasean, ya con la esperable naturalidad que dan los días a un paisaje como éste. De esto, la excepción es lo que queda del edificio Alto Río: ahí está, con la grandiosidad que da la vista en vivo y la incredulidad de que personas que vivían ahí, cayeron junto con él, y hoy se encuentran por ahí, perdidas, recluidas. Pero vivas.

Cercados y con dos carabineros de punto fijo permanece recibiendo a cada minuto a algunas personas que quieren ver para creer. Como yo. Algunas con cámara en mano. Algunos riéndo nerviosos. Otros en silencio. Contemplando lo espectacular del caos. La tragedia, que atrae a todos. Y que lo negamos de vez en cuando. Porque a muchos este terremoto los benefició. No hablo de las grandes tiendas de material de reconstrucción (que sin duda, deben ser los más felices). Hablo de esas personas que se alimentan de las vidas de otros. En el diálogo, en la compañía. Por muy pocas veces en Chile, la gente se reúne por algún motivo. El Mundial será una ocasión, pronto. Porque casi nunca hay motivos. Porque ya quedan pocos espacios públicos.
Hay algo de positivo en esto. Lo veo en las caras de los penquistas. Son más conocidos, y tienen la esperanza de que ésta vez si los escucharán. Al menos antes de que acabe este año.

Pues después será tarde. Sólo quedarán los diarios de testigos. Y a quienes los marcó para siempre aquella noche del 27 de febrero. Para mal.