Dos caras de la moneda
Y cómo en una moneda se puede simbolizar tanto.
Porque la vida da círculos, el dinero también, y las cosas vuelven a pasar. Suena pesimista, pero es cosa de ser sensatos. Me leí “Isla 10” de Sergio Bitar en el verano y también el libro que escribió Pinochet sobre el 11. Así que lo tengo todo claro (al menos esas dos subjetivas partes).
El resentimiento se vive brígido acá o recién yo me di cuenta aquí; lo puedo ver en el new rich, en el apocado, en el arribista, en lo que se demora la gente en reclamar un plato mal hecho en un restaurant, en el que habla de dinero en voz alta y en la calle, en el que reacciona en masa pero, cuando está solo se le hace. Yo lo veo cada cierto tiempo muy seguido. Y entonces, ¿qué me da lata? Me da lata que aún haya gente que no asuma que un país moderno no es uno que se llena de malls con palmeras traídas del Caribe, ni con un duopolio de medios de comunicación, ni sin pymes, ni con minerales de tres lucas en fiestas electrónicas, ni con una política de consenso en 16 años por el hecho de no tener una mayoría parlamentaria para poder votarlas, ni con periodistas que pierden pega por decir lo que realmente ocurre.
Leía una entrevista a un psicólogo hace un tiempo y decía que en Chile están sobrediagnosticadas las depresiones por un tema que tenemos un erróneo concepto de la felicidad. Y que creíamos anormal pasar por crisis, tener lata todo un día o llorar sin parar una tarde. Y ahí explicaba que una cosa era sentir rabia, pero que el resentimiento era algo ya patológico. Y yo no podía estar más de acuerdo. Porque uno no puede guardar odio tanto tiempo y quedarse callado. Por eso, de alguna forma me conformo con las reacciones que se vivieron. Para algunas personas fue algo que no podían perderse, pero para otros significó algo mucho más profundo. Para ambos lados.
Porque a pesar de que cualquier cosa pase, el mundo al otro día sigue girando, la vida continúa, y todo es circular. Como una moneda.
La gente de Plataforma Urbana escribió sobre la realidad urbanística que dejó el que ya saben.
Una nota del Página 12 de Argentina imperdible.
Y por último, como si Sting lo hubiera sabido, aquél 1987, año de esta canción.