mi cuaderno austral
En medio del desorden, hoy, botando revistas, hojeando pruebas pasadas, trabajos, fotos, encontré mi cuaderno austral. Marca Austral, pero también austral del sur, porque ahí fue donde lo empecé a escribir, y cuando lo vi, pensé que se había perdido entre medio de los viajes y las mudanzas. Ahora está todo amarillo y medio doblado, pero antes era lindo. Lo había elegido porque el diseño tiene una estrella, un caracol y un caballito de mar. Y el color es verde; "como el de la esperanza", decía yo.
Y ahí encontré lo que escribo a continuación:
"Ayer soñé que me iba
y tú no estarías.
Vi caer del cielo mis lágrimas,
que inundaban mi tristeza.
¿Sabías que gritaría?
De todos modos no lo haría.
Sí, lo hice y no me arrepiento.
¿Era la única forma?
Era lo único que tenía.
Me hace falta respirar
y ver que lo falso me gustaba más"
Ahora que lo releo, no me puedo imaginar escribiendo eso, pero debe haber sido por algo importante, supongo. Sí, porque o si no, no le hubiera puesto así a este blog. Qué loco. Más loco fue encontrar en la otra página que tenía escrito un pequeño gran momento de inspiración de una persona, que no sabré por qué le nació escribirlo, pero que quiero compartir aquí. Ni siquiera me acordaba que estaba ahí, ni que lo había copiado de un libro, porque me había gustado el título. Y ahora, que lo veo, me parece más cercano y más sensato que esa primera vez que lo leí.
Los perros románticos
Roberto Bolaño.
En aquel tiempo yo tenía 20 años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar, ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado
Un sueño dentro de otro sueño
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imagenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
pero en aquel tiempo, crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.
Dormir quiero.
Y ahí encontré lo que escribo a continuación:
"Ayer soñé que me iba
y tú no estarías.
Vi caer del cielo mis lágrimas,
que inundaban mi tristeza.
¿Sabías que gritaría?
De todos modos no lo haría.
Sí, lo hice y no me arrepiento.
¿Era la única forma?
Era lo único que tenía.
Me hace falta respirar
y ver que lo falso me gustaba más"
Ahora que lo releo, no me puedo imaginar escribiendo eso, pero debe haber sido por algo importante, supongo. Sí, porque o si no, no le hubiera puesto así a este blog. Qué loco. Más loco fue encontrar en la otra página que tenía escrito un pequeño gran momento de inspiración de una persona, que no sabré por qué le nació escribirlo, pero que quiero compartir aquí. Ni siquiera me acordaba que estaba ahí, ni que lo había copiado de un libro, porque me había gustado el título. Y ahora, que lo veo, me parece más cercano y más sensato que esa primera vez que lo leí.
Los perros románticos
Roberto Bolaño.
En aquel tiempo yo tenía 20 años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar, ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado
Un sueño dentro de otro sueño
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imagenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
pero en aquel tiempo, crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.
Dormir quiero.